viernes, 22 de octubre de 2010

Aconcagua (Canadá - Nido de Cóndores) 2010 VII

Hemos pasado la noche en Plaza Canadá y nosotros, y todos los que ayer llegamos, empezamos a desarmar el campamento después del desayuno.
Miro par arriba, todo el tiempo intento adivinar el camino, la subida es larga y supongo que la jornada que nos espera no debe ser dura; aunque nadie tenga ganas de contarte qué siente o cómo se siente, yo creo que las jornadas de los campamentos de altura son duras y las mochilas, paradójicamente, parecen más pesada, a pesar de que algunos cosas han ido quedando por el camino; especialmente bencina y comida.



Por aquí y por allá, las expediciones trabajan en lo suyo. Los que están solos, también arman sus petates, mientras esperan que llegue un porteador que han contratado para que le lleve los kilos a Nido y luego a Berlín o a Cólera, el tercer campamento de altura que elijan. Acaba de llegar el “niño” americano que anda solo, el que no habla con nadie. Es como un perrito que se te acerca, aunque no se suma, se sienta siempre cerca. Hablamos entre nosotros porque suponemos nos seguirá, lo llevaremos así, razonablemente cerca hasta donde digamos basta.. y el no se inmutará. Es que para nosotros es una responsabilidad y si hubiera algún problema debiéramos asistirlo y dejar la cumbre. Me viene a la mente la historia entre Bonatti y Maestri para escalar el Torre. Pienso que el cerro no es mío.., y el tiene la libertad se subir cerca, pero será autosuficiente? Maestri aquella vez llevando con él a Toni Egger, le dijo a Bonatti, que la montaña era de ellos, así que Bonatti debió responder, que se buscaba otra cosa que hacer. Y vaya si lo hizo. Rodeó la montaña y exploró los hielos australes, ascendiendo por primera vez el Cerro Mariano Moreno (3.526 m) y completó la travesía de las cumbres del Cerro Adela, después de agotadoras jornadas de lucha con el estómago vacío. Así que el americanino nos seguirá de cerca..

El grupo se siente bien nadie manifiesta ningún síntoma en especial por la altura.

Salir de Canadá a Nido ahorra tres horas a la vieja usanza de subir desde Plaza de Mulas directamente a Nido de Cóndores; por suerte, porque imagino que esa jornada era terrible..




Primero hay que hacer una larga travesía ascendente hasta la llamada Piedra de 5000 (que delata su altura pero que no entiendo por qué entonces algunos dan a Canadá 5020 metros) y de ahí torcer a la derecha. Se llega a Cambio de Pendiente (donde algunos que vienen muy cansados prefieren acampar, pues no llegan a Nido), que es una pequeña meseta que da un poco de descanso para el inicio de la parte más brava: una nueva travesía hasta una especie de portezuelo donde se asienta –amplio, blanco, cómodo, Nido de Cóndores a 5400 metros de altura.



Hasta Cambio de pendiente “sufro” la subida; luego algo me pasa internamente, me “amigo” con el cerro y su altura y me siento como un rayo.., llego a Nido quince minutos antes que el resto. Me siento fantástico; sobre todo ante el esfuerzo, siento que me “sobra” energía.

Qué alegría me da ver la bandera argentina flameando entre las rocas.





Nido es ahora, con los nuevos helicópteros que trabajan en el Parque, un campamento estratégico para los rescates, pues todo aquel que llegue con vida a este lugar, puede ser subido a un nave y en veinte minutos estar en Horcones. Esto quedó probado en el rescate de los sobrevivientes italianos, pues hasta aquí fueron bajados y de aquí, sin escalas, partieron al hospital.

Nido es también un depósito de basura enorme. Al igual que Berlín, este campamento está sufriendo de manera atroz el impacto humano. Hay caca por todos lados (y sólo debiera haber entre las piedras arriba), envases de comida y muchas bolsas de porteos con alimentos, por lo que se hace difícil distinguir cuáles sirven a una expedición y cuáles fueron abandonadas allí para siempre.

¿La solución? Sin dudas una gran limpieza y controles más estrictos para con los deportistas.

En Nido, hay dos policías de la Patrulla de Rescate asentados en el lugar, rápidamente nos presentamos y hacemos amistad.

Armamos nuestro campamento con la satisfacción de haber dado un paso más.



Estamos en Nido: algún conocido se cruza con nosotros, las carpas parecen bolas de pool desinfladas entre las piedras y la nieve, arriba, al norte, vemos la Canaleta y adivinamos la cumbre, enfrente la provincia de San Juan, el cerro Mesa y el imponente Mercedario con su glaciar y, allá al fondo, al este, hacia abajo, se ve claramente la república de Chile e imaginamos cuántos miles estarán camino a sus playas.

Conversamos con un grupo de científicos de la Universidad Nacional de Cuyo del proyecto SIGMA; también con Fernando Garrido, que hoy oficia de guía y que estuvo 61 días en la cima del Aconcagua, a 6.959 metros de altitud. El tipo se conviertió en el ser humano que más tiempo estuvo en condiciones tan extremas. El dijo: que no lo intentará de nuevo: "Ha sido peor de lo que me imaginaba y, aunque ha merecido la pena, nunca repetiré la experiencia".

Esta aventura, le ha valido para establecer el récord del mundo de permanencia en la alta montaña. El anterior lo tenía el francés Nicolás Jaeger, que en 1979 estuvo 60 días en la cumbre del Huscarán, en Perú, a 6.700 metros de altitud. Garrido dice que Jaeger, que murió en 1980 en el Himalaya, le engañó: "Leí su libro y me pareció cosa fácil lo de estar dos meses en la montaña. Ahora puedo asegurar que ha sido una experiencia terrible". Garrido se llevó al Aconcagua la Biblia y libros de yoga y ajedrez. "No pude leer ninguno porque era incapaz de hacer el más mínimo esfuerzo mental. Siempre estaba perezoso, hasta el extremo de que me, planteaba cada día el tener que hacerme la comida". Esta fue una de las consecuencias de vivir a una altitud donde el oxígeno falta, se produce un malestar continuo y, hasta que el cuerpo se aclimata, el organismo rechaza cualquier tipo de alimento. Y pensar que estoy a 1500 metros de donde estuvo..

De noche, la luna es redonda y blanca y el frío, tremendo, afuera de la bolsa de dormir. El ánimo sigue afable, hay predisposición para las tareas, hay ganas de trepar.

Nuestros guías (mendocino y peruano) conversan sobre la estrategia de ahora en más. El amigo brasilero rebalsa de energía y ganas. Mi compañero y yo somos los que menos expresamos, estamos más contenidos; a diferencia de los otros (exceptuando a los guías) tenemos alguna experiencia en el cerro y sabemos que aún no nos ha mostrado su cara.

Llega un hombre solo con una mochila inmensa, es canadiense y pregunta si vimos a un joven de 18 años que sería su hijo. No lo hemos visto. Nos cuenta de la prepotencia de su juventud. La vida para él parece ser un desafío y la inclemencia, una prueba de fe. Este es su modo de conectarse con el mundo y sus pies sobre la cumbre, una forma de placer personal.

Igual se lo nota preocupado. Creemos que no paró en Nido siguió solo a Berlín. El padre se muestra tranquilo aunque puedo adivinar cierta desesperación.

Esta tarde hemos tomado unos mates y charlado con la patrulla. De a poco vamos armando un plan de ascenso: mañana descansaremos, aprovecharemos a dormir a 5400 metros y al día siguiente la idea es subir a Berlín, a 5800 metros (o a Cólera a 6000 metros). Armaremos las carpas y nos armaremos de paciencia. A eso de las cuatro de la mañana, nos pondremos a andar hacia la cumbre. Luego de meses de prepararnos, estamos a las puertas de lo que tanto buscamos.

Mis conversaciones con el resto del grupo no son buenas.., no me siento cómo con algunos compañeros. Alguna vez leí eso de “no saber cuál es la clave del éxito, pero la clave del fracaso es intentar agradarle a todo el mundo..” y estoy absolutamente seguro que es así. Las dilaciones me quitan energía. No tengo que pensar más en lo que no me gusta; tengo que concentrarme en disfrutar lo que he obtenido.. el punto es que la satisfacción que en la vida se expresa generalmente con pequeñas cosas sucesivas, acá no tengo tiempo ni capacidad de poder ir viéndolas. Tengo que entender que la felicidad es darse cuenta que nada es demasiado importante ni demasiado grave; en definitiva que necesito para ser feliz? Un poco de cielo azul encima de mi cabeza, un vientecillo tibio, la paz del espíritu.. y esto lo tengo hoy.

A mi el cerro no me está enseñando a ser mejor, y eso que quiero mejorar. Veo como se me escurre entre las manos, el valor de la curiosidad, de la aventura, ese valor que reside en la naturaleza. Le agrego que a mis pensamientos la duda de si la amistad es lo más importante en la montaña o no. Y mientras pienso que si siento que no tengo amigos acá.

Sin embargo, es mejor no pensar en eso. Ya tendré momentos de evaluar.
Nido es hermoso y calmo. Sus atardeceres son inolvidables y a veces asoma la luna para revolcarse en la nieve. Hay pocas carpas, no más de diez.

Me despierto varias veces; me resulta incómodo mear dentro de la botella y de la carpa; pero salir sería una locura, no sólo por lo que tardaría en vestirme sino por el frío. Llega la luz del día, luego de dormir incómodo unas pocas horas, lo primero que se me ocurre es la certeza de que soy víctima de algo y hay debo saber de qué. La cabeza me duele y me duele la espalda, si bien la bolsa de dormir es una bendición maravillosa que te provee el milagro de conservar mi temperatura corporal aunque afuera hagan veinte o treinta grados bajo cero y todo a mí alrededor, dentro de la carpa, esté congelado.


No soy optimista con mi ánimo. Además lo refuerzo con los partes meteorológicos. Se aproximan cinco días de mal tiempo, básicamente viento, viento blanco y nieve. Dicen los partes que el viento tendrá ráfagas de hasta 110 km. por hora. Y esto es lo peor que podamos esperar. Que se presente factor determinante, que no queremos: el viento.
El viento es dios en el Aconcagua. Si él está, tenés problemas; primero porque es viento frío, muy frío y segundo, porque trae nubes y las nubes traen nieve y si encima hay viento todo se complica, porque la temperatura baja drásticamente.

Yo vengo guardando un secreto: estoy exhausto. Tengo frío; trato de concentrarme en mis piernas. No se trata de un dolor que se recupera con descanso e hidratación: estoy llegando a un nivel de agotamiento físico que no esperaba, que me sorprende. ¿Por qué me pasa esto? Me pasa porque es el cerro el que pone las condiciones. Me cago en la mismísima mierda".

Hablo con mi compañero de carpa. Estamos cansados. A el lo veo mejor. Es horrible ver mejor al otro. Es horrible sentir que no podré.

Se discute fuertemente. Hay dos grupos. Uno que quiere aguantar en Nido el temporal, aunque sean cinco días y el otro intentar rápidamente la cumbre.

Yo siento que dos o tres días más de aclimatación me vendrían muy bien, así que me pongo en el segundo grupo. Los guías discuten, comienzan a aparecer grietas entre ellos. El guía peruano siente que puede subir con su cliente brasilero y el guía mendocino muestra sus garras. Todo lo que veníamos escondiendo debajo de la alfombra súbitamente se muestra. Hay una decisión: un grupo saldrá a las doce de la noche hacia la cumbre desde Nido; el otro esperará.

A las ocho de la noche estamos todos adentro de las carpas. El frío se muestra con su mejor cara. El viento llega. El plácido campamento de una geografía especial , con formaciones rocosas de formas raras y erosionadas , las cuales sirven para protegerse del viento, deja de ser plácido.

Ahora y con el viento soplando fuerte, tomo conciencia plena de donde estoy y el por qué todas las montañas que nos rodean con sus imponentes glaciares y quebradas van quedando a mis pies. El paisaje imponente con vistas al Cerro Mano, Glaciar Güssfeldt, hacia el Norte El Mercedario con sus 6800 mts, la cordillera Ansilta con sus hermosas cumbres ya no es más amigable.

Llevo un par de días sin dormir, las fuerzas en el resto de las carpas también comienzan a menguar. Para varios aquí, el ascenso al Aconcagua termina en este campamento.

Con la incomodidad y el frío, el humor empobrece. Invierto demasiado tiempo en vestirme e hidratarme, no tengo hambre, tengo náuseas.

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La única manera de conocer los límites de lo posible en uno es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo que a veces parece imposible. Actuar sin temores o quedarme paralizado dejando pasar de largo "valiosas" oportunidades. Valoro mis cualidades, mis logros y capacidades, y fomento cualidades positivas. Analizo mis límites, intento superarlos o aceptarlos si no es posible. De esto se tratan mis historias.

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