miércoles, 30 de junio de 2010

Tugzle I (enero de 2007)

Sin querer, después de la expedición de Plaza de Mulas de diciembre de 2006, me había metido en algo que no sabía cómo se llamaba, pero ese gusto por la montaña que traigo desde hace mucho, se había transformado en una suerte de adicción por estar, sólo o acompañado, en las alturas.

Además mi vida tomaba un rumbo nuevo, y el norte argentino aparecía en el horizonte y casi al pasar y silenciosamente, algunas montañas se mostraban.. esta región, me di cuenta después se entrega a la Argentina como un regalo histórico y cultural, y si bien por trabajo yo había viajado unas diez veces, nunca la había conocido.


El noroeste argentino tiene una tradición milenaria, amparado en una geografía envidiable, y me dejé llevar.. terminé naturalmente en La Puna, un hermoso altiplano andino, a más de 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar, con tierras áridas, salares infinitos, altas cumbres ricas en minerales, temperaturas extremas.. y un ecléctico conjunto de elementos.


Así dicen los libros que es la Puna, uno de los más hermosos paisajes de Argentina. Existe para robarse la atención y el corazón de los viajeros, y ya me estaba pasando a mí.


Naturalmente y creyéndome ya un montañista avezado –más tarde iba a poder comprobarlo-, puse mi mente y mi esfuerzo en las montañas interiores, en esas montañas de relieve áspero, con clima árido, frío y ventoso; el volcán Socompa (6.031 mts), el volcán Llullaillaco (6.710 mts) justo ahí donde se encontraron los tres jóvenes incas (“Los Niños del Llullaillaco”), de 500 años de antigüedad y conservados los cuerpos momificados en perfecto estado; pensé también en otras elevaciones que superan los 6.000 metros y tienen picos bañados de nieve como el Nevado de Cachi (6.950 mts.) o el Nevado de Palermo (6.120 mts.), ubicados en el borde de la puna hacia la Cordillera Oriental.


Algunos llamados telefónicos, mails y apareció una guía de montaña. Cuando la vi, pensé que no podía serlo..., cuerpo diminuto, 50 kilos máximo y muy extrovertida. Arreglamos cuestiones del viaje, y dos días después en una vieja Ford F100 salimos para San Antonio de los Cobres, la primera parada camino al famoso Tugzle. El volcán solitario.




Para llegar es necesario viajar unas 6 horas hasta San Antonio de los Cobres, y luego dos horas más hasta la base del Volcán. Primero a 60 Km. de Salta sobre la ruta 51, aparece ya un pequeño pueblito que se llama Ingeniero Mauri, pregunto quien es –como siempre pienso, ya que estas preguntas terminan incomodando a todos, porque muchos lugareños no saben datos locales- pero por suerte me responden... que se trata del ing. que construyó el ferrocarril Huaitiquina que une Salta con Chile, parte de esta obra, es el famoso viaducto la Polvorilla, postal de San Antonio de los Cobres.


Pasamos por el Abra Blanca a los 4080 msnm ya son las 6 de la tarde y el frío se hace sentir. Ahí nos llenamos de rop. Debe haber ya 5º y como dejamos a tras los 35º de Salta capital, la diferencia se nota. El conductor de la F100, solidario sube a madre e hija que dicen vender artesanías en Santa Rosa de Tastil.


Llegamos a San Antonio, buscamos un hotelito y a cenar el único restaurante que hay, el Huaira Huasi, ahí en la Av. Belgrano esquina Irigoyen, ese que está en todas las publicidades... que tiene una cholita tomando Coca Cola.


Primer error.., la suculenta suprema de pollo, frita, muy frita le pide permiso al cuerpo y este la siente.., luego un te de coca, para amortiguar la altura y a dormir. Mañana a las 5 de la madrugada para salir hacia la base del volcán.


Les miro la cara a los habitantes del pueblo, todas curtidas fuertemente por el sol. A mí me duele la cabeza y me pregunto cómo harán para acostumbrarse. Recuerdo eso de que estos pueblos están adaptados a algo que se llama hipoxia o sea a vivir con menor cantidad de oxígeno, producto de la menor presión atmosférica. La única manera de no padecer este mal es una “correcta” aclimatación, pero nunca es correcta para mí. A nivel del mar uno tiene una cierta cantidad de glóbulos rojos que son los que transportan el oxígeno, con la altura uno necesita más cantidad de glóbulos. No importa el tiempo que uno pase en altura, al retornar al nivel del mar se vuelve a tener la misma cantidad, pero queda lo que se llama "memoria de aclimatación" lo que a nivel celular, contribuye a que en la siguiente exposición, el cuerpo reaccione más rápido padeciendo menos trastornos. Por eso deberíamos quedarnos algunos días más..., pero el costo por día que tengo, me aconseja a tratar de subir al menos en un día.

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La única manera de conocer los límites de lo posible en uno es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo que a veces parece imposible. Actuar sin temores o quedarme paralizado dejando pasar de largo "valiosas" oportunidades. Valoro mis cualidades, mis logros y capacidades, y fomento cualidades positivas. Analizo mis límites, intento superarlos o aceptarlos si no es posible. De esto se tratan mis historias.

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