La única manera de conocer los límites de lo posible en uno es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo que a veces parece imposible. Actuar sin temores o quedarme paralizado dejando pasar de largo "valiosas" oportunidades. Valoro mis cualidades, mis logros y capacidades, y fomento cualidades positivas. Analizo mis límites, intento superarlos o aceptarlos si no es posible. De esto se tratan mis historias.
miércoles, 30 de junio de 2010
Tugzle II (enero de 2007)
No se pudo dormir casi y el dolor de cabeza, además de mareos están presentes en algunos del grupo. Yo por suerte hasta ahora me siento bien, con ganas, con muchas ganas de poder subir la montaña. Pienso nuevamente la altura...5500 mts.
Camino al Volcán nuestro mayor cuidado sigue siendo el apunamiento, o mal de altura, o soroche como le dicen en Bolivia. Ahora me duele la cabeza, pero no digo nada, tiene que ser normal; estamos a más de 4000 mts. y todo es distinto por acá. Llegamos después de dos horas de trabajoso camino con la F100 a la base del volcán; en el grupo hay varias ideas, y eso me molesta un poco, pero decido concentrarme en el ascenso.
Acomodamos los mochilas, empezamos a cargar el agua y antes de salir hacia arriba, hacia más arriba todavía, parece necesario homenajear a la Pachamama. En la cosmología andina, Pachamama es una deidad femenina que engendra todo lo que el hombre necesita, es dadora de todos los bienes, pero también es celosa vigilante de la conducta humana y si se siente ofendida puede desatar castigos. Hacemos un pozo y comenzamos a ofrendarle cosas que hemos traído; hojas de coca, agua y algunos caramelos. De a uno somos invitados a ofrendar siguiendo un cierto orden de preeminencia, terminada la ofrenda, se cierra el pozo. Le pedimos permiso a la Montaña para subir.
Por todo el camino veo apachetas; montículos de piedras ubicados en cruces de caminos o en abras (pasos angostos de altura), estos altares levantados por los caminantes y pastores para honrar a “Pachamama”, Madre Tierra, diosa de la tierra, del tiempo, del cosmos están por todos lados. Las apachetas son el elemento material y más visible de la supervivencia de la religiosidad ancestral del puneño, una tradición heredada de sus antepasados, que se expresa durante todo el año pero de manera particular en el mes de agosto, reconocido como el mes de la madre tierra.
Mi compañera de ascensión; no da más, está seria, fría y no habla, tiene mareos y quiere vomitar. Pensamos si lo mejor es subir. La guía dice que ellas se quedan. Pienso mejor no, no voy, otra vez como en Aconcagua, otra vez solo.. Insisten.. Subí vos.
Salgo a las 7 de la mañana, el sol sólo ilumina; es un día diáfano. Como no hay guía, ni sendero, voy buscando las mejores formas y con el menos esfuerzo de avanzar. El Sol se hace sentir en la Puna argentina como en ningún otro lugar en el mundo, me parece que no es sólo una sensación de un visitante ansioso por encontrar alguna sombra. Se trata de un fenómeno singular: la región del Norte es el lugar donde el Sol incide con la mayor intensidad en el planeta. La radiación solar incide prácticamente en dirección vertical), la atmósfera está límpida de partículas en suspensión (poco común en un desierto intertropical).
Primero subo de a ochenta pasos, pronto serán de a cincuenta y poco a poco subiré de a veinticinco. Esta medida me acompaña por las primeras horas de ascensión. De a poco siento dolor de cabeza, y algunas nauseas.
Miro hacia arriba, hacia lo que me espera. El día es magnífico y el sol reverbera en las paredes y el piso, y produce ondas de calor. Sorteo los primeros 700 mts y las primeras cuatros horas. Paro a comer algo e hidratarme.
Desde mi improvisado mirador, puedo ver los salares como el de Pocitos y el de Arizaro.
Me pongo a pensar: Estoy aprendiendo que en la vida todo se hace paso a paso, pero nada refleja tan bien este concepto como subir una (gran) montaña. Uno las ve y parecen imposiblemente grandes. Es que son muy grandes. Sin embargo, paso a paso se suben. En el caso del Tugzle, volcán punoso para mi, metro a metro, repitiendo ciertos pasos y maniobras miles de veces. Trato de olvidarme del tamaño y concentrarme en el próximo movimiento. Pero ya no aguanto más el dolor de cabeza y los mareos me están poniendo muy incómodo.
Empiezo a tener dudas acerca de seguir subiendo..Cada minuto la cabeza me duele más, ya no aguanto el mareo, y el ascenso se ha reducido a pasos de a cinco.
A los 5200 mts. mi cuerpo decide no seguir; llevo dos horas en esta situación.
Pienso muchas veces en los 200 mts. que me separan de la cumbre; pero estoy exhausto, son las 2 de la tarde y con el descenso son por lo menos 4 horas más, así que decido volver.
Increíblemente al descender 300 mts. los síntomas desaparecen, pero no hay tiempo para volver. La duda es: si hubiera pensado la ascensión en dos días...hubiera sido posible?, seguro. Pero ya no hay tiempo para lamentos. Tal vez si hubiera ido por la “famosa” huella minera, la subida habría sido más rápida. Me consuelo.
Nunca se debe actuar como si esta hubiera sido la última vez. Desde los valles o desde los altiplanos, las montañas se ven hermosas, invitadoras, seductoras. Pero las fotos de los cielos azules y líneas diagonales no muestran el peligro. Las apariencias engañan. Las montañas tienen dientes afilados, así que mejor bajo.
Leí por ahí que el riesgo es inherente al montañismo, no quiero pensar que si desaparece el riesgo desaparece el montañismo y queda la gimnasia, pero hay que minimizar los riesgos. Resulta paradójico, pero el montañista debe estar en la montaña lo menos posible. Tiene que moverse rápido, mantenerse alerta y, fundamentalmente, saber cuándo llegó la hora de irse.
Me atrae estar en los albores de los 40 pensando estas cosas. Lo “normal” es hallarse corriendo detrás de papelitos de colores. Si bien no estoy ajeno a esto, me produce placer imaginar ascensiones, cosas inmateriales, introspectivas, intensas. Estos proyectos me hacen sentir bien
Me gustan las tormentas, el viento desbocado, la lluvia torrencial. Me emocionan esas manifestaciones violentas de la naturaleza de las que estoy alejado en mi algodonada vida urbana. Me pasa como a los burgueses europeos del siglo XIX, a quienes la prosperidad material y la estabilidad doméstica los incitaba a salir a las montañas.
La única manera de conocer los límites de lo posible en uno es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo que a veces parece imposible. Actuar sin temores o quedarme paralizado dejando pasar de largo "valiosas" oportunidades. Valoro mis cualidades, mis logros y capacidades, y fomento cualidades positivas. Analizo mis límites, intento superarlos o aceptarlos si no es posible. De esto se tratan mis historias.
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