viernes, 22 de octubre de 2010

Aconcagua (Nido de cóndores) 2010 VIII

La noche está muy fría ,el otro grupo intenta salir, pero rápidamente regresa. Creo que no se han animado. Han sentido las garras de la bestia y prefieren regresar. El viento no cesa.





Desde que planifiqué la aventura, he tenido en claro que ama la vida y mis veinte dedos y que no correré ninguna clase de riesgos y a estas alturas lo más seguro es tener delante a un guía experimentado que tome por nosotros las decisiones importantes. Y yo obedezco, claro está.

El itinerario Cólera, Piedras Amarillas, Piedras Negras, Independencia, La Cueva, La Canaleta y la cumbre empieza a esfumarse.




Levantamos el campamento, y comenzamos a descender. El clima del grupo no es bueno. Los pases de factura están a la orden del día. Los que no pudieron salir para arriba creen que las condiciones meteorológicas fueron generadas por el otro grupo; y nosotros pensamos que si la tenían tan clara debieron haber intentado, aún con tormenta.



Es el Aconcagua, el Coloso de América, el Centinela de Piedra, y nosotros, lejos estamos de ser expertos, hemos elegido la ruta más simple de todas, precisamente, aquella que evita dentro de todo lo posible el encuentro con canaletas, acarreos, portezuelos, planchones y largas paredes de piedra.

Aún así, la altura, el enfrentamiento con ella, es inevitable.

Tengo un problema. Veo imágenes de mi infancia. Me aparece el club de natación delante de mis ojos. Por un rato, me quedo en silencio.
Me cuesta estar parado, estoy muy, muy cansado y me ataca el sueño porque, supongo, no estoy oxigenándome bien.

¿Por qué me pasa esto, si ayer mismo estaba con buen ritmo?
Me pasa porque es el cerro el que pone las condiciones.

El resto está más entero y avanzan en la superación de sus problemas. Hacemos un nuevo descanso y les digo lo que estoy pensando. Palabras más, palabras menos. No quiero retrasarlos ni vivir una experiencia penosa hasta quedarme y que tengan que bajarme.

Intentan convencerme de que viva mi Aconcagua, de que busque mi límite. He pasado muchos días soportando malestares y temporales y trepando como cabras como para que no experimente mi propia versión del cerro. Por suerte para mí, nada nos debemos con el Aconcagua y puedo decidir tranquilamente hasta dónde seguir sin perder la elegancia, el mando de mi cuerpo y el sacrificio con placer.

Ahí están mirándome, en silencio.

Pienso en este cerro que viene prohibiendo a todo el mundo llegar a la cima. Bajo un diciembre con cientos de intentos, apenas ha permitido unas diez cimas y enero más o menos lo mismo. La ventanita la abrirá en cinco días; pero no tengo ganas de esperar para que pueda subirlo pero resulta que yo no doy más.

No hace falta decir nada más: yo ya no puedo seguir y el resto no lo dice pero está igual. Bajar a Mulas y volver a intentarlo. No se si es eso lo que vine a buscar. El cerro me dió una chance y, sencillamente, no estuve a la altura de las circunstancias de cumbre.

Estos días nadie hará cumbre. Todo el mundo para abajo. Algunos aguantarán en Mulas. Otros regresarán a sus casas como nosotros, con sus kilos.
Comenzamos a bajar y dejamos que brote el silencio del caso. El Aconcagua nos ha dado una nueva lección: como una mujer difícil, no accedió a ninguna de nuestras estrategias de seducción; y cuando finalmente lo hizo, no tuvimos las fuerzas necesarias para poseerla.

Bajaremos de un tirón de los 6000 a los 4300 de Mulas.

A la noche veremos como los más fuertes que se quedaron en Nido o en Canadá comienzan a bajar. Se ven las hileras de luz descendiendo.

Dos días de viento terrible en Mulas y desandaremos los 36 kilómetros finales que unen Plaza de Mulas con la Laguna de Horcones.

El Aconcagua, otra vez, ha sido un instrumento para conocerme a mi mismo.

1 comentario:

Beatriz dijo...

hacer cumbre, hacer cumbre!! to be or not to be!! se pasó el mismo comigo ahora en nepal intentando ascender al Mera Peak. Abrazo!!

La única manera de conocer los límites de lo posible en uno es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo que a veces parece imposible. Actuar sin temores o quedarme paralizado dejando pasar de largo "valiosas" oportunidades. Valoro mis cualidades, mis logros y capacidades, y fomento cualidades positivas. Analizo mis límites, intento superarlos o aceptarlos si no es posible. De esto se tratan mis historias.

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