Pasaron las horas y el dolor era más fuerte, casi insoportable, pero como era “conocido” me dije ya vendrán las náuseas, el vómito y podré descansar. Pero no!, estuve toda la noche sin dormir y así me fui a la oficina a las 10:00 de la mañana. Alrededor de las 15:00 sin que el dolor haya desaparecido, pensé en irme a casa a descansar y luego pasar por la guardia médica del Hospital Británico. Comino a casa cambié de opinión e invertí el orden; primero iría al hospital y luego con el diagnóstico podré descansar me dije.
15:30 guardia del HB, comienzo con análisis de sangre y ecografía abdominal.. primer diagnóstico: vesícula.., ummm ya lo sé..! el dolor no cede!
18:30 mejor hablá con el cirujano que llega a las 19:30 me dice la médica de Demanda espontánea.
20:15 ummm vas a tener que operarte, me dice el cirujano.. ehh cuándo? Esta semana –responde. Pero ya te quedás acá internado. Estamos viendo para conseguirte una cama.
(el Hospital Británico de Buenos Aires está colapsado)
Tenés alguien que te haga el ingreso?, me dice el cirujano- no, soy sólo le digo, bueno lo hago yo por vos. (gran gesto humano) En estos momentos uno se da cuenta de algunas opciones –voluntarias o no- que ha ido tomando.
Trato de controlar el dolor, mientras le aviso a mis hermanos –quienes me dicen salimos para allá.., (pero ellos tienen sus familias, son ya las 23:00 y no sé si podrán entrar a verme)
Aunque el esquema de salud pareciera desbordado; con mucha gente quejándose de las prestaciones que recibe por el dinero que paga; yo no puedo quejarme y además tengo que decir que el plantel de enfermeras, camilleros, personal de limpieza, médicos, recepcionistas y seguridad, todos me trataron increíblemente bien.
Los médicos clínicos y cirujanos me trataron perfecto, me sentí en confianza con ellos, sabían lo que decían. Decidieron hacerme la cirugía laparoscópica, y así tendría cicatrices pequeñísimas, como dos puntitos.
Estuve con suero, antibióticos y calmantes por tres días; luego encontraron lugar en el quirófano; camisolín verde y llegó el anestesiólogo; se presentó: Me cayó bien, se veía sólo un poco más grande que yo. Conversamos, todo bien.. el maratón sigue dando vueltas en mi cabeza.., podré recuperarme en tres semanas y entrenar otras cuatros para correr los 42,195 ?
Entro al quirófano; me pasan a la camilla, miro el techo todo blanco. El quirófano confortable. Llegó el anestesiólogo, y empezaron a ponerme algunas en posición; agregan “algo” al suero y 30 segundos después no supe de mí.
Recuerdo borroso al anestesiólogo diciéndome ¡Ya terminamos, Gerardo! Las enfermeras me saludaron, me llevaron a mi habitación y ahí estaban mis hermanos y yo tranquilo y agradecido de que todo hubiera salido bien.
Pasé el resto de la tarde sin agua ni comida, alimentándome de suero y a la noche llego una gelatina; primera “comida” sólida en 96 horas..
Al día siguiente mi desayuno fueron tres galletitas de agua sin sal; jalea de durazno, té té negro y nada más... un día y medio después obtuve el alta.
Ahora estoy reposando, camino poco, muy despacito y encorvado, es imposible pensar que hace unos días estaba corriendo, ahora no camino ni 50 metros, pero sé que estoy mejorando, mis sobrinos y hermanos me cuidan mucho y pronto estaré recuperado y en un mes volveré a correr.
Esta experiencia, aunque pequeña, me permitió estar un buen rato a solas, reflexionar y recordar las cosas y personas que son o fueron realmente importantes en mi vida. Mi viejo cada día más presente.