viernes, 22 de octubre de 2010

Aconcagua (Nido de cóndores) 2010 VIII

La noche está muy fría ,el otro grupo intenta salir, pero rápidamente regresa. Creo que no se han animado. Han sentido las garras de la bestia y prefieren regresar. El viento no cesa.





Desde que planifiqué la aventura, he tenido en claro que ama la vida y mis veinte dedos y que no correré ninguna clase de riesgos y a estas alturas lo más seguro es tener delante a un guía experimentado que tome por nosotros las decisiones importantes. Y yo obedezco, claro está.

El itinerario Cólera, Piedras Amarillas, Piedras Negras, Independencia, La Cueva, La Canaleta y la cumbre empieza a esfumarse.




Levantamos el campamento, y comenzamos a descender. El clima del grupo no es bueno. Los pases de factura están a la orden del día. Los que no pudieron salir para arriba creen que las condiciones meteorológicas fueron generadas por el otro grupo; y nosotros pensamos que si la tenían tan clara debieron haber intentado, aún con tormenta.



Es el Aconcagua, el Coloso de América, el Centinela de Piedra, y nosotros, lejos estamos de ser expertos, hemos elegido la ruta más simple de todas, precisamente, aquella que evita dentro de todo lo posible el encuentro con canaletas, acarreos, portezuelos, planchones y largas paredes de piedra.

Aún así, la altura, el enfrentamiento con ella, es inevitable.

Tengo un problema. Veo imágenes de mi infancia. Me aparece el club de natación delante de mis ojos. Por un rato, me quedo en silencio.
Me cuesta estar parado, estoy muy, muy cansado y me ataca el sueño porque, supongo, no estoy oxigenándome bien.

¿Por qué me pasa esto, si ayer mismo estaba con buen ritmo?
Me pasa porque es el cerro el que pone las condiciones.

El resto está más entero y avanzan en la superación de sus problemas. Hacemos un nuevo descanso y les digo lo que estoy pensando. Palabras más, palabras menos. No quiero retrasarlos ni vivir una experiencia penosa hasta quedarme y que tengan que bajarme.

Intentan convencerme de que viva mi Aconcagua, de que busque mi límite. He pasado muchos días soportando malestares y temporales y trepando como cabras como para que no experimente mi propia versión del cerro. Por suerte para mí, nada nos debemos con el Aconcagua y puedo decidir tranquilamente hasta dónde seguir sin perder la elegancia, el mando de mi cuerpo y el sacrificio con placer.

Ahí están mirándome, en silencio.

Pienso en este cerro que viene prohibiendo a todo el mundo llegar a la cima. Bajo un diciembre con cientos de intentos, apenas ha permitido unas diez cimas y enero más o menos lo mismo. La ventanita la abrirá en cinco días; pero no tengo ganas de esperar para que pueda subirlo pero resulta que yo no doy más.

No hace falta decir nada más: yo ya no puedo seguir y el resto no lo dice pero está igual. Bajar a Mulas y volver a intentarlo. No se si es eso lo que vine a buscar. El cerro me dió una chance y, sencillamente, no estuve a la altura de las circunstancias de cumbre.

Estos días nadie hará cumbre. Todo el mundo para abajo. Algunos aguantarán en Mulas. Otros regresarán a sus casas como nosotros, con sus kilos.
Comenzamos a bajar y dejamos que brote el silencio del caso. El Aconcagua nos ha dado una nueva lección: como una mujer difícil, no accedió a ninguna de nuestras estrategias de seducción; y cuando finalmente lo hizo, no tuvimos las fuerzas necesarias para poseerla.

Bajaremos de un tirón de los 6000 a los 4300 de Mulas.

A la noche veremos como los más fuertes que se quedaron en Nido o en Canadá comienzan a bajar. Se ven las hileras de luz descendiendo.

Dos días de viento terrible en Mulas y desandaremos los 36 kilómetros finales que unen Plaza de Mulas con la Laguna de Horcones.

El Aconcagua, otra vez, ha sido un instrumento para conocerme a mi mismo.

Aconcagua (Canadá - Nido de Cóndores) 2010 VII

Hemos pasado la noche en Plaza Canadá y nosotros, y todos los que ayer llegamos, empezamos a desarmar el campamento después del desayuno.
Miro par arriba, todo el tiempo intento adivinar el camino, la subida es larga y supongo que la jornada que nos espera no debe ser dura; aunque nadie tenga ganas de contarte qué siente o cómo se siente, yo creo que las jornadas de los campamentos de altura son duras y las mochilas, paradójicamente, parecen más pesada, a pesar de que algunos cosas han ido quedando por el camino; especialmente bencina y comida.



Por aquí y por allá, las expediciones trabajan en lo suyo. Los que están solos, también arman sus petates, mientras esperan que llegue un porteador que han contratado para que le lleve los kilos a Nido y luego a Berlín o a Cólera, el tercer campamento de altura que elijan. Acaba de llegar el “niño” americano que anda solo, el que no habla con nadie. Es como un perrito que se te acerca, aunque no se suma, se sienta siempre cerca. Hablamos entre nosotros porque suponemos nos seguirá, lo llevaremos así, razonablemente cerca hasta donde digamos basta.. y el no se inmutará. Es que para nosotros es una responsabilidad y si hubiera algún problema debiéramos asistirlo y dejar la cumbre. Me viene a la mente la historia entre Bonatti y Maestri para escalar el Torre. Pienso que el cerro no es mío.., y el tiene la libertad se subir cerca, pero será autosuficiente? Maestri aquella vez llevando con él a Toni Egger, le dijo a Bonatti, que la montaña era de ellos, así que Bonatti debió responder, que se buscaba otra cosa que hacer. Y vaya si lo hizo. Rodeó la montaña y exploró los hielos australes, ascendiendo por primera vez el Cerro Mariano Moreno (3.526 m) y completó la travesía de las cumbres del Cerro Adela, después de agotadoras jornadas de lucha con el estómago vacío. Así que el americanino nos seguirá de cerca..

El grupo se siente bien nadie manifiesta ningún síntoma en especial por la altura.

Salir de Canadá a Nido ahorra tres horas a la vieja usanza de subir desde Plaza de Mulas directamente a Nido de Cóndores; por suerte, porque imagino que esa jornada era terrible..




Primero hay que hacer una larga travesía ascendente hasta la llamada Piedra de 5000 (que delata su altura pero que no entiendo por qué entonces algunos dan a Canadá 5020 metros) y de ahí torcer a la derecha. Se llega a Cambio de Pendiente (donde algunos que vienen muy cansados prefieren acampar, pues no llegan a Nido), que es una pequeña meseta que da un poco de descanso para el inicio de la parte más brava: una nueva travesía hasta una especie de portezuelo donde se asienta –amplio, blanco, cómodo, Nido de Cóndores a 5400 metros de altura.



Hasta Cambio de pendiente “sufro” la subida; luego algo me pasa internamente, me “amigo” con el cerro y su altura y me siento como un rayo.., llego a Nido quince minutos antes que el resto. Me siento fantástico; sobre todo ante el esfuerzo, siento que me “sobra” energía.

Qué alegría me da ver la bandera argentina flameando entre las rocas.





Nido es ahora, con los nuevos helicópteros que trabajan en el Parque, un campamento estratégico para los rescates, pues todo aquel que llegue con vida a este lugar, puede ser subido a un nave y en veinte minutos estar en Horcones. Esto quedó probado en el rescate de los sobrevivientes italianos, pues hasta aquí fueron bajados y de aquí, sin escalas, partieron al hospital.

Nido es también un depósito de basura enorme. Al igual que Berlín, este campamento está sufriendo de manera atroz el impacto humano. Hay caca por todos lados (y sólo debiera haber entre las piedras arriba), envases de comida y muchas bolsas de porteos con alimentos, por lo que se hace difícil distinguir cuáles sirven a una expedición y cuáles fueron abandonadas allí para siempre.

¿La solución? Sin dudas una gran limpieza y controles más estrictos para con los deportistas.

En Nido, hay dos policías de la Patrulla de Rescate asentados en el lugar, rápidamente nos presentamos y hacemos amistad.

Armamos nuestro campamento con la satisfacción de haber dado un paso más.



Estamos en Nido: algún conocido se cruza con nosotros, las carpas parecen bolas de pool desinfladas entre las piedras y la nieve, arriba, al norte, vemos la Canaleta y adivinamos la cumbre, enfrente la provincia de San Juan, el cerro Mesa y el imponente Mercedario con su glaciar y, allá al fondo, al este, hacia abajo, se ve claramente la república de Chile e imaginamos cuántos miles estarán camino a sus playas.

Conversamos con un grupo de científicos de la Universidad Nacional de Cuyo del proyecto SIGMA; también con Fernando Garrido, que hoy oficia de guía y que estuvo 61 días en la cima del Aconcagua, a 6.959 metros de altitud. El tipo se conviertió en el ser humano que más tiempo estuvo en condiciones tan extremas. El dijo: que no lo intentará de nuevo: "Ha sido peor de lo que me imaginaba y, aunque ha merecido la pena, nunca repetiré la experiencia".

Esta aventura, le ha valido para establecer el récord del mundo de permanencia en la alta montaña. El anterior lo tenía el francés Nicolás Jaeger, que en 1979 estuvo 60 días en la cumbre del Huscarán, en Perú, a 6.700 metros de altitud. Garrido dice que Jaeger, que murió en 1980 en el Himalaya, le engañó: "Leí su libro y me pareció cosa fácil lo de estar dos meses en la montaña. Ahora puedo asegurar que ha sido una experiencia terrible". Garrido se llevó al Aconcagua la Biblia y libros de yoga y ajedrez. "No pude leer ninguno porque era incapaz de hacer el más mínimo esfuerzo mental. Siempre estaba perezoso, hasta el extremo de que me, planteaba cada día el tener que hacerme la comida". Esta fue una de las consecuencias de vivir a una altitud donde el oxígeno falta, se produce un malestar continuo y, hasta que el cuerpo se aclimata, el organismo rechaza cualquier tipo de alimento. Y pensar que estoy a 1500 metros de donde estuvo..

De noche, la luna es redonda y blanca y el frío, tremendo, afuera de la bolsa de dormir. El ánimo sigue afable, hay predisposición para las tareas, hay ganas de trepar.

Nuestros guías (mendocino y peruano) conversan sobre la estrategia de ahora en más. El amigo brasilero rebalsa de energía y ganas. Mi compañero y yo somos los que menos expresamos, estamos más contenidos; a diferencia de los otros (exceptuando a los guías) tenemos alguna experiencia en el cerro y sabemos que aún no nos ha mostrado su cara.

Llega un hombre solo con una mochila inmensa, es canadiense y pregunta si vimos a un joven de 18 años que sería su hijo. No lo hemos visto. Nos cuenta de la prepotencia de su juventud. La vida para él parece ser un desafío y la inclemencia, una prueba de fe. Este es su modo de conectarse con el mundo y sus pies sobre la cumbre, una forma de placer personal.

Igual se lo nota preocupado. Creemos que no paró en Nido siguió solo a Berlín. El padre se muestra tranquilo aunque puedo adivinar cierta desesperación.

Esta tarde hemos tomado unos mates y charlado con la patrulla. De a poco vamos armando un plan de ascenso: mañana descansaremos, aprovecharemos a dormir a 5400 metros y al día siguiente la idea es subir a Berlín, a 5800 metros (o a Cólera a 6000 metros). Armaremos las carpas y nos armaremos de paciencia. A eso de las cuatro de la mañana, nos pondremos a andar hacia la cumbre. Luego de meses de prepararnos, estamos a las puertas de lo que tanto buscamos.

Mis conversaciones con el resto del grupo no son buenas.., no me siento cómo con algunos compañeros. Alguna vez leí eso de “no saber cuál es la clave del éxito, pero la clave del fracaso es intentar agradarle a todo el mundo..” y estoy absolutamente seguro que es así. Las dilaciones me quitan energía. No tengo que pensar más en lo que no me gusta; tengo que concentrarme en disfrutar lo que he obtenido.. el punto es que la satisfacción que en la vida se expresa generalmente con pequeñas cosas sucesivas, acá no tengo tiempo ni capacidad de poder ir viéndolas. Tengo que entender que la felicidad es darse cuenta que nada es demasiado importante ni demasiado grave; en definitiva que necesito para ser feliz? Un poco de cielo azul encima de mi cabeza, un vientecillo tibio, la paz del espíritu.. y esto lo tengo hoy.

A mi el cerro no me está enseñando a ser mejor, y eso que quiero mejorar. Veo como se me escurre entre las manos, el valor de la curiosidad, de la aventura, ese valor que reside en la naturaleza. Le agrego que a mis pensamientos la duda de si la amistad es lo más importante en la montaña o no. Y mientras pienso que si siento que no tengo amigos acá.

Sin embargo, es mejor no pensar en eso. Ya tendré momentos de evaluar.
Nido es hermoso y calmo. Sus atardeceres son inolvidables y a veces asoma la luna para revolcarse en la nieve. Hay pocas carpas, no más de diez.

Me despierto varias veces; me resulta incómodo mear dentro de la botella y de la carpa; pero salir sería una locura, no sólo por lo que tardaría en vestirme sino por el frío. Llega la luz del día, luego de dormir incómodo unas pocas horas, lo primero que se me ocurre es la certeza de que soy víctima de algo y hay debo saber de qué. La cabeza me duele y me duele la espalda, si bien la bolsa de dormir es una bendición maravillosa que te provee el milagro de conservar mi temperatura corporal aunque afuera hagan veinte o treinta grados bajo cero y todo a mí alrededor, dentro de la carpa, esté congelado.


No soy optimista con mi ánimo. Además lo refuerzo con los partes meteorológicos. Se aproximan cinco días de mal tiempo, básicamente viento, viento blanco y nieve. Dicen los partes que el viento tendrá ráfagas de hasta 110 km. por hora. Y esto es lo peor que podamos esperar. Que se presente factor determinante, que no queremos: el viento.
El viento es dios en el Aconcagua. Si él está, tenés problemas; primero porque es viento frío, muy frío y segundo, porque trae nubes y las nubes traen nieve y si encima hay viento todo se complica, porque la temperatura baja drásticamente.

Yo vengo guardando un secreto: estoy exhausto. Tengo frío; trato de concentrarme en mis piernas. No se trata de un dolor que se recupera con descanso e hidratación: estoy llegando a un nivel de agotamiento físico que no esperaba, que me sorprende. ¿Por qué me pasa esto? Me pasa porque es el cerro el que pone las condiciones. Me cago en la mismísima mierda".

Hablo con mi compañero de carpa. Estamos cansados. A el lo veo mejor. Es horrible ver mejor al otro. Es horrible sentir que no podré.

Se discute fuertemente. Hay dos grupos. Uno que quiere aguantar en Nido el temporal, aunque sean cinco días y el otro intentar rápidamente la cumbre.

Yo siento que dos o tres días más de aclimatación me vendrían muy bien, así que me pongo en el segundo grupo. Los guías discuten, comienzan a aparecer grietas entre ellos. El guía peruano siente que puede subir con su cliente brasilero y el guía mendocino muestra sus garras. Todo lo que veníamos escondiendo debajo de la alfombra súbitamente se muestra. Hay una decisión: un grupo saldrá a las doce de la noche hacia la cumbre desde Nido; el otro esperará.

A las ocho de la noche estamos todos adentro de las carpas. El frío se muestra con su mejor cara. El viento llega. El plácido campamento de una geografía especial , con formaciones rocosas de formas raras y erosionadas , las cuales sirven para protegerse del viento, deja de ser plácido.

Ahora y con el viento soplando fuerte, tomo conciencia plena de donde estoy y el por qué todas las montañas que nos rodean con sus imponentes glaciares y quebradas van quedando a mis pies. El paisaje imponente con vistas al Cerro Mano, Glaciar Güssfeldt, hacia el Norte El Mercedario con sus 6800 mts, la cordillera Ansilta con sus hermosas cumbres ya no es más amigable.

Llevo un par de días sin dormir, las fuerzas en el resto de las carpas también comienzan a menguar. Para varios aquí, el ascenso al Aconcagua termina en este campamento.

Con la incomodidad y el frío, el humor empobrece. Invierto demasiado tiempo en vestirme e hidratarme, no tengo hambre, tengo náuseas.

jueves, 21 de octubre de 2010

Aconcagua (Canadá) 2010 VI

De las muchas veces que he subido cerros, sólo una vez me tocó soportar un temporal con viento y nieve subiendo o bajando, esa vez rápido llegué a la carpa, y aunque el asunto es relativamente llevadero (adentro) estuvimos toda la noche sosteniendo la carpa para que no se volara, pero afuera, la cuestión siempre se complica.

Son las ocho de la noche y lo que se venía anunciando se concreta: primero el viento, después la nieve y las nubes que comienzan a bajar al punto de que, los pedazos de nubes se enredan en nuestras carpas.



El cielo se ha cerrado en torno al Aconcagua y las expediciones han retornado a sus carpas a esperar tiempos mejores. Algunos bajan a Plaza de Mulas, otros se encierran en Canadá. Es en estas circunstancias cuando uno se da cuenta de lo que significa el Aconcagua en cuanto a peligros por temporal: un lugar aparentemente inofensivo y hasta disfrutable, en cuestión de minutos, puede transformarse en un infierno por acción, principalmente, del viento, que es el enviado especial del miedo.

En un par de horas, el viento deja de soplar y Canadá se tranquiliza; ahora parece que estamos protegido, las carpas se mueven poco y no tengo la sensación que tuve en el Cerro Negro que rodaba por la pendiente dentro de la carpa.

Estamos cansados y el crepúsculo llegará pronto. La carpa ya no se sacudirá como una mariposa atrapada en una campana de vidrio. Afuera hace frío, nadie quiere salir a buscar el desayuno que el guía prepara; no sé por qué pero a la hora de levantarse siempre tengo ganas de dormir, cosa que no consigo en buena parte de la noche. Hoy hay que salir rumbo a Nido de Cóndores.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Aconcagua (Canadá) 2010 V

El sentido de las cosas en la montaña

Caminar hacia arriba durante horas y horas, bajo el frío; acostumbrar el organismo a la falta de oxígeno; superar el cansancio extremo por el esfuerzo de cada trepada; comer porquerías enlatadas y tomar agua de nieve derretida; cagar atrás de las piedras y juntar la mierda en una bolsa de plástico que dice MF (materia fecal); aguantarse en la carpa los pedos y eructos de un boludo a tu lado durante diez horas y diez días; sonarse la nariz y ver que los mocos a veces salen con sangre; soportar vientos cuyas agujas de frío te sacan un pedazo de alma con cada cachetada; atravesar peligrosos planchones de nieve que podrían matarnos tras un simple resbalón; extrañar a mi novia a la familia y a los amigos que han quedado allá abajo preocupados por nuestra suerte y nuestras (estúpidas) decisiones.

¿Qué sentido tiene todo esto?
¿Por qué no bajar ya mismo y comerme un asado?; por qué irme de acá, hasta el dulce abrazo de mi mujer y dormirme como chanchos hasta el otro día?; por qué no rascarme el higo durante cuatro horas? por qué no irme a un café a leer el diario?

Por qué?, tal vez porque como decía Gaston Rébuffat “.. las montañas sólo viven por el amor de los hombres. Son bellas por muchas razones, pero también gracias al fervor de un muchacho. La técnica debe estar al servicio del entusiasmo, de lo contrario reduce el mundo de la alta montaña a las proporciones de un gimnasio. ¡Qué larga resulta la marcha que conduce a las cumbres!

Allá donde las casas, y después los árboles y, a continuación, la hierba desaparecen, nace un reino estéril, salvaje y mineral; sin embargo, en su pobreza extrema, en su desnudez total, ofrece una riqueza que no tiene precio: la felicidad que se descubre en los ojos de los que lo frecuentan.
El alpinista ha de tener músculos fuertes, dedos de acero, una técnica perfecta, aunque todo eso no sean más que herramientas. Sobre todo ama la vida, y sabe que el aire a 4.000 metros tiene un sabor particular, pero que hay que ganárselo. Mientras que muchos individuos se contentan cada día más fácilmente, el hombre en cambio tiene que mostrarse exigente consigo mismo: no puede gustarle una forma de paz que sólo sea la ausencia de vida..”

No basta con existir, hay que vivir; no vivir peligrosamente, pero me digo-tenés que disfrutar esto!!-. Las montañas altas proponen acción y contemplación; y ayudan a los hombres a despertar sus sueños dormidos.

Pero la belleza de las cimas, libertad en los grandes espacios, la relación familiar con la naturaleza y los rudos placeres del montañismo resultarían mustios y hasta amargos sin la amistad: amistad que entiendo debe ser fraternal, hecha de amabilidad, de entrega, de alegrías y luchas compartidas., pero hoy siento que no me pasa esto.

Como otros a los que he leído, ahora "sé", que siempre estaré en camino.


Aconcagua (Plaza de Mulas - Canadá) 2010 IV

Plaza de Mulas, días de engorde.. desayunos, almuerzos, meriendas y cenas, todo matizado con grandes discusiones de política. No aprendo más..
Porteo a Canadá (5020) benzina, grampones, y comida. Salimos alrededor de las 10 de la mañana y llegamos a las 13. Fue bastante duro por la carga. Dejamos todo, armamos un espacio con piedras para cuando mañana regresemos podamos armar las carpas, subimos un poco más los grampones (para evitar que nos los roben), comimos algo y regresamos a Plaza de Mulas.




Tengo frío. ¿Por qué, entonces, esta fuerza interior insobornable que me hace seguir mirando hacia arriba, cargando este peso y soportando este frío? El Aconcagua es la medida de nosotros mismos dice el libro de Jait; de a ratos pienso que mi medida está en Canadá.

Enero no está siendo gentil con nosotros.

Llevo varios días cagándome de frío por varias razones que se pueden sintetizar en una: hace mucho frío. Es incómodo dormir en una carpa durante mucho tiempo; más incómodo en una carpa para dos personas en la que duermen dos personas. A veces duele la cabeza, la garganta y algunos huesos; dolores de viejo y dolores de altura. Hincho las bolas todo el tiempo que si tendré rales crepitales.., me auscultan y me dicen que no. Esta mierda se ha convertido en una obsesión y todo el tiempo mi cabeza me hace pensar. Estos rales, son ruidos finos, secos, crepitantes, no musicales. Se escuchan durante la inspiración, en los campos pulmonares periféricos, e indican enfermedad de la pequeña vía aérea. Se pueden escuchar más claramente después de toser; cosa que nadie hace para no tener que quedarse en observación. Nunca en mi vida vi tanta gente escapar de los controles médicos. Nadie se deja escuchar los pulmones. Creen que así alejan la posibilidad del edema pulmonar.

El dolor es un objetivo a superar en la aventura. Una vez atravesado, la montaña deja también sus generosos espacios para el disfrute, que los hay.
Lo cierto es que me siento absolutamente desmotivado y resulta que mañana por la mañana tengo que volver a subir de Mulas a Canadá, con la mochila pesada (ahora viene la carpa). Subir y ya no bajar.

Pasaremos la noche en Canadá a 5050 metros y, tras un día para reponernos, después saltaremos a Nido de Cóndores a 5400 metros. Ahí estaremos dos días y esperaremos condiciones para ir a Berlín o a Cólera a 6000 metros, para luego al día siguiente a la cumbre, si es que este cerro nos ofrece tal cosa y si es que nuestras piernas y corazones tienen resto para asumirlo.


Aconcagua (Confluencia - Plaza de Mulas) 2010 III

Estamos en Confluencia, 3250 metros de altura, armamos carpas, y a tomarnos la presión y el oxigeno en sangre. Todo bien, como “siempre” 12/8 de presión y 90 de saturación. Desde acá la vista del cerro Almacenes es cautivante: parece dibujado, pintado, con sus múltiples vetas de diferentes colores. A la tardecita, después del chequeo médico de rigor, a preparar la cena.




Pienso en la última vez en Confluencia, 2006, han pasado 4 años. Esta vez no habrá Plaza Francia/mirador de la Pared Sur, sino que seguiremos a Plaza de Mulas a través de Playa Ancha. Los recuerdo me vuelven.., la última vez “perseguí” con cierto miedo a perderme a un grupo de sudafricanos. Este año tengo equipo propio.

Atravesar la Playa Ancha vuelve a ser duro para mi; no me acostumbro a caminar entre el polvo y las piedras y con el objetivo tan lejos. Hace calor y todo es grande, el espacio se torna infinito. Expediciones que van y vienen, algunos vuelven contentos con la cumbre, otros no, y arrieros que suben y bajan con sus mulas cargadas.




En Ibáñez hacemos una parada de una hora; nos quedan cuatro más para Mulas y con el peso que llevo no dejo de pensar en la Cuesta brava.. llegando destruido refugio Colombia aparece la pirámide, estribación del cerro Aconcagua; para mi tiene una forma similar al Everest! Ahí en 1985 una Expedición del Club Andinista Mendoza, encabezada por Gabriel Cabrera, intentando terminar la ruta inconclusa del filo sur, encontró sobre el filo de la Pirámide a 5200 metros una momia incaica de 500 años de antigüedad. Intento algunas fotos, pero el camino solicita mucho de mi atención. Una dura subida de 45 minutos y Plaza de Mulas a la vista. Todavía nos queda armar carpas, descansar un poco y pasar por el control del parque y del médico.

Plaza de Mulas se muestra como siempre: un multicultural y multicolor “campo de refugiados” de primer mundo.




Presión 14/9, saturación 78.. mi cuerpo ya siente los 4300 metros de altura, pero por delante tengo dos días de descanso/aclimatación así que espero compensarlo con comida e hidratación.

Aconcagua (Mendoza - Horcones - Confluencia) 2010 II

Hace calor. Camino por Mendoza, busco los últimos petates.

Ayer me doblé el tobillo bajando del Cerro Arco, un promontorio de 1400 metros con 700 metros de desnivel. Camino con dificultad.
Dos días después estoy atando los bolsos muleros arriba de la camioneta en Penitentes, dejando los otros a los arrieros y saliendo para Horcones.



Levantamos a un chico de no más de 22 años, norteamericano, no habla mucho, no sabe español. Es de Nueva York y está solo.

Nos registramos, mi compañero de carpa y yo con permisos “especiales”; es que con algunos contactos, obtuve el ingreso al parque provincial.

Algunas fotos de rigor en la laguna de Horcones, un almuerzo liviano y salimos para Confluencia.



El ánimo general era es muy bueno y el clima también. Un sol radiante, el aire muy liviano, y ganas de caminar.., caminar mucho. El tramo Horcones-Confluencia es muy hermoso: pequeñas colinas verdes, la laguna de Horcones, flores silvestres de muchos colores, el río, y hacia el fondo del valle, nevado e increíble, la pared sur del Aconcagua.

Esa pared que se me volvió mítica cuando supe que Messner la ascendió en el 74. Escalando las pendientes de hielo y nieve de 50° a 55 con 5 o 6 largos de terreno mixto, (dificultad IV) y algún pasaje de (dificultad V), con posibilidades de aseguración en salientes naturales, de roca de mala calidad. Y una salida, según las condiciones generales de nieve, que puede ser sobre barro congelado muy peligroso. Luego ganando el comienzo de la pendiente de hielo y nieve Terminal, para dar a un gran canal terminal, muy abierto, con una pendiente promedio de 50°. Todo esto dominada hacia la izquierda, por un gran serac colgante amenazador y peligroso en caso de desprendimientos, que te “saca” a una pequeña barrera rocosa (6.700 m), rodeándola por la izquierda para seguir hasta alcanzar la cresta "del guanaco" o cresta somital. Desde el "Glaciar superior" hasta la cresta unas 8-12 horas, es posible vivaquear en las grietas laterales del serac colgante (6.650 m) y desde ahí hasta la cima dos 2 horas.





Mas allá de dificultades y peligros, la vía Messner/74 es la ruta mas elegante de la pared sur del Aconcagua, después de la vía Eslovena/ 82, directa a la cima sur y para mi siempre estará grabada en mi mente. Por un largo rato esa pared aparece y desaparece conforme uno va ascendiendo y llegando a Confluencia.

martes, 19 de octubre de 2010

Aconcagua (Departamento de San Telmo - Buenos Aires) 2009 I

Entrenamiento con la mochila cargada, esto es agonística!, 14 kilos, durante 12 kilómetros, con subidas y bajadas.., me duelen las piernas, las plantas de los pies, pero el humor está bien. Ya no queda nada.., ya estoy casi en el Destacamento de Guardaparques Horcones.


Hoy los medios de Argentina se hacen eco de la primera muerte que se cobró el Aconcagua, un tailandés-norteamericano de 39 años que perdió el camino de descenso y apareció muerto en el Glaciar de los Polacos. Leo con atención la noticia, y mi padre preocupado me llama; no sé qué decirle.., esgrimo cualquier respuesta. Pienso para mí, lo difícil que es mantener la serenidad en estos momentos, lo difícil que es borrar de la mente esta noticia.




Algunos días más tarde, escucho que rescataron a dos andinistas brasileros en el parque Aconcagua, que la Patrulla de Rescate debió subir de manera urgente en busca de dos personas que habían intentado hacer cumbre en el coloso. Estaban a 6.000 metros de altura, deshidratados. Comenzaron a bajarlos en la mañana y llegaron a la tarde a Plaza de Mulas, donde fueron atendidos y compensados.

Parece que los brasileños hicieron un intento de cumbre en la tarde y luego comenzaron el descenso, hasta que llegaron a Piedras Blancas, a 6.000 metros de altura sobre el nivel del mar. Estaban mal, algo desorientados porque ambos tenían cefalea aguda y uno de ellos muy deshidratado. Una pareja de estadounidenses que tenía un teléfono satelital y que se habían cruzado, llamó a Buenos Aires a una empresa de emergencias médicas para pedir ayuda, y la médica se comunicó con la comisaría de Uspallata desde donde le informan la novedad a la Patrulla de Rescate que estaba en Plaza de Mulas.

Una vez leí una reflexión de Iñaki Ochoa de Olza, decir que “algunos -generalmente con sobrepeso- señalan a los montañeros cuando salen por la tele tras alguna tragedia, dicen "están locos". Lo dicen y lo creen. Son incapaces de analizar su propia existencia, de comprender que la decisión valiente es vivir en libertad, de forma austera y alejados de las tiranías impuestas por nuestra forma de vida. Sin duda no esperamos que lo comprendan. Pero si me cruzo con alguno de esos mamones que opinan así en voz alta, me va a oír. Y tenía razón..y los montañistas somos gente poco dada a amilanarse, a veces creo que se nos podría calificar de tozudos.

Es probable que muchos crean que regresan a casa con las manos vacías. Pero me animo a pensar que no es así en absoluto. Para algunos montañistas no hay nada que demostrar, el haberlo intentado es la parte esencial de la forma de entender la montaña. Para mí el montañismo es, como dijo Thomson?, el arte de hacer más con menos, es decir defender que el éxito es el camino y no la cima, la pureza en el juego, la dificultad y el riesgo, innovar y querer estar sólo, algo que, en los nuevos tiempos, son valores más bien escasos.

Volver en silencio y disgustado -por decirlo suavemente- aunque no triste porque perder forma parte del juego, arriesgado y complejo, que hemos decidido jugar. Y además porque la diferencia entre un fracasado y un derrotado es que el primero ni siquiera lo intenta. Así que estoy seguro de que volverán a escalar lo más difícil, sin preocuparles hacerlo en la sombra.. pienso por ahí las palabras de Walter Bonatti “un vincitore è solo un uomo che non ha mai smesso di sognare”.

La única manera de conocer los límites de lo posible en uno es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo que a veces parece imposible. Actuar sin temores o quedarme paralizado dejando pasar de largo "valiosas" oportunidades. Valoro mis cualidades, mis logros y capacidades, y fomento cualidades positivas. Analizo mis límites, intento superarlos o aceptarlos si no es posible. De esto se tratan mis historias.

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